Continuó bajando las manos a través del abdomen del hombre, en una caricia posesiva, mientras con la lengua reseguía el recorrido. Llegó al ombligo, y se entretuvo depositando suaves besos a su alrededor. Y no conformándose con eso continuó hacia abajo, hasta llegar a la erección de Robert, que la esperaba palpitante y enrojecida. Llevó una de sus manos hasta la base de la misma, acariciándola suavemente como antes había hecho su dueño. Notó como ante el movimiento rítmico se endurecía más entre sus dedos. La punta enrojecida parecía retarla, tersa y brillante, y Ámber levantó la vista hacia Robert, que permanecía rígido y expectante. En sus ojos se podía ver claramente el deseo lacerante, así que no dudó. Llevó los labios al extremo del miembro de Robert, besando con cuidado la piel. Estaba caliente y cierta humedad la impregnaba, por eso sacó la lengua con timidez, recogiendo las gotitas que salían intermitentemente.

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