Sólo conocí la lujuria por instantes, cuando me revolvía entre sus
brazos, entregada al deseo, danza de convulsiones cíclicas, obligada a
no cesar en mi propio placer que en realidad era el placer de ambos.
Abandonada a los espasmos febriles de mi cuerpo. Cubriendo el vació de
una ausencia.
Ahora se ha marchado y me doy cuenta que ni siquiera se su nombre
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