Un líquido viscoso resbalaba entre mis muslos. La sensación de que me corrían mil hormigas me hizo despertar.
No podía recordar donde estaba. No reconocía la habitación y mi cerebro se negaba a darme información de las últimas horas.
Tenía
la sensación de estar fuera de mi cuerpo y contemplarme desde el techo
acostada en una gran cama entre sábanas de seda negra. Casi desnuda , si
se puede llamar casi a llevar un liguero y unas medias rojas.
Incorporarme
me produjo un leve mareo. No podía cerrar las piernas sin esfuerzo y
los brazos me pesaban toneladas. Me dolían músculos que no sabía ni que
existieran.
Como
si de un chequeo a una máquina se tratase, empecé a analizarme. La
cabeza me daba vueltas, sentía arena en los ojos, la garganta parecía
melgacho, me escocían los pezones y mi entrepierna estaba dolorida e
irritada. Descubrí unas marcas alrededor de mis muñecas e
instintivamente giré la cabeza hacia el cabecero de la cama del que
colgaban unas tiras de cuero negro.
La habitación olía a velas, incienso y sexo.
Poco
a poco fui saliendo del aturdimiento y empecé a recordar. Se sucedían
por mi cabeza las imágenes de caras y cuerpos diferentes. Me sorprendió
no sentirme extrañada, porque podía recordarme copulando con varios
hombres en distintos momentos de la noche y hasta con varios de ellos a
la vez. Reconocí a Pablo y Javier y entonces sí que sentí una sacudida
eléctrica que me recorrió el cuerpo proporcionándome una ola de calor.
Lejos de sentirme incómoda me sentí satisfecha y nuevamente agitada.
Me
levanté con dificultad con la intención de ir al baño. En el suelo
esparcidas, mi ropa, ropa de hombre, un tubo de Shunga Dragón , crema
potenciadora de la virilidad, otro de Jardín Secreto, crema orgásmica
femenina, vibradores de todo tipo y otros juguetes que reconocí.
Bebí
de un vaso que descansaba sobre la mesita que resultó ser vodka y el
estómago me dio un vuelco. Casi no llego al lavabo trastabillando con
toda clase de chismes y enredándome en la sábana con la que me cubría.
Al
entrar encontré a Pablo y a Javier bañando en un súper jacuzzi a mi
amiga Elena. Los movimientos sensuales con los que mojaban su cuerpo, la
manera en que la enjabonaban y la cara de ella, de puro placer, me hizo
notar mi propia excitación y olvidarme de todas las molestias de mi
cuerpo.
Pablo me hizo una señal con la mano para que los acompañase y no me lo pensé dos veces.
Acabé de desnudarme y me introduje en la bañera notando el agua caliente y la tibieza de los cuerpos de mis amigos.
Empezamos
un baile lento de manos, jabón y agua. Nadie hablaba, solo se oían
sonidos de pura pasión. Elena me besó y en un susurro a mi oído me dio
las gracias. Con una gran sonrisa y la voz más sensual que jamás he
escuchado me dijo:
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